lunes, 18 de mayo de 2009

JORGE Y SU CAMINO

Mientras caminaba por la recta las Salinas en Viña del Mar, se preguntaba cómo ha sido posible llegar al estado en que está, han pasado sólo 40 años de su vida y cree que no ha logrado todos sus objetivos por los cuales se encuentra en esta tierra, sin embargo Jorge también se alegra al momento de hacer un análisis introspectivo de cuales han sido sus aciertos.
Proveniente de una familia de clase media la cual con mucho sacrificio logró darle ciertos estudios que le permitieron destacar en la media de sus pares, aún así se cuestiona si es posible lograr aún más cambios, tanto para él en su vida diaria como en la sociedad que hoy lo abruma. Quienes lo hemos conocido sabemos que busca incansablemente un reconocimiento de la sociedad y de la gente que lo rodea, es un tipo sencillo y con grandes expectativas, de vivir acorde a sus ingresos y a su forma simplista de ver la vida, pero se ve cansado, se ve insatisfecho por lo que ha logrado aún cuando si lo comparamos con otras personas de su circulo éste ha alcanzado un relativo éxito.
Ha logrado ser todo un personaje que vive la vida con límites casi inventados a su medida y que poco le interesa lo que piensen los demás, sin temor al ridículo ha logrado sobrellevar sus cuestionamientos más profundos y su tolerancia hasta el límite. Durante años ha trabajado en un sin fin de empresas y ha tenido trabajos de lo mas variopinto desde barman cuando estudiaba en la universidad hasta analista de negocios en una mediana empresa de servicios. Hoy trabaja para él y pensó que era la forma de lograr sus sueños y proyectos personales, proyectos que lo llevarían a establecer lazos de confianza en una sociedad que no confía en nadie.
Sigue caminando a un lado de la playa, y sigue pensando en todo lo que le queda por recorrer. Hoy no es un día cualquiera, es 12 de abril – su cumpleaños- hace tiempo ya que no lo celebra, excepto cuando sus amigos se acuerdan y le hacen alguna fiesta sorpresa o lo llevan engañado a un pub (de adulto joven) y luego de una rato de convivencia sacan una torta cómo por arte de magia y le cantan el cumpleaños feliz. A pesar de que no es de muchos amigos, los pocos que tiene son de gran calidad y entienden perfectamente quien es Jorge, cuales son su anhelos y cuales son sus frustraciones mas grandes, obviamente no lo conocen a la perfección – ¿quien nos conoce realmente como somos, no?- de todos modos ellos lidian con él y con sus temores, lidian además con sus éxitos y con sus fracasos. Es todo un amigo.
Ya está llegando a San Martín y se pregunta que hará hoy sábado, no hay oficina y el día avanza lentamente, no ha recibido ningún llamado de sus amigos para saludarlo por su cumpleaños, toma su celular y comienza a ver el listado de su agenda para ver a quien llama. Luego de revisar toda la lista cierra el teléfono y lo guarda para seguir caminando (no llama a nadie, piensa que al hacerlo obviamente sus amigos no se van a acordar de esta fecha y que sería de mal gusto llamarlos para que lo saluden). Son ya las 13:00 su estómago luego de caminar unos cuatro quilómetros comienza a hacer estragos suena su interior como bombardeo. Piensa en que ya es hora de Almorzar, pues desayuno cerca de las 7 de la mañana. Cuando era pequeño -se recuerda en ese instante- su madre hoy fallecida cocinaba un almuerzo especial, tal como un especial desayuno que lo despertaba en su cama en el día de su cumpleaños, lleno de cosas exquisitas, las que más le gustaban, por otro lado el almuerzo era un festín en donde no sólo él disfrutaba sino también lo hacía su padre Q.E.P.D. y su mamá quien corrió la misma suerte que su padre hace ya unos 23 años en un accidente automovilístico.
Ahora a punto de llegar a San Martín se pregunta si alguno de los restaurantes de esa calle tendrá algo a lo menos parecido a lo que su madre le cocinaba y cuestionamiento aparte si uno de esos restaurantes podrá por medio de una comida regresarle por unos instantes no sólo el sabor, el aroma y la satisfacción de sus tripas con algo de comida, sino algo más como la presencia de su madre y su padre disfrutando de esta en un almuerzo de cumpleaños.
Su frialdad a ratos se ve interrumpida con tan gratos recuerdos de sus padres –su familia- esa que le ha sido esquiva durante muchos años y cómo uno de sus sueños frustrados no ha podido concretar. Solitario sigue caminando y se posa fuera de un restaurant, lo observa y nuevamente vienen los recuerdos hacia él, lentamente ingresa al local y siente ciertos aromas a nostalgia, toma asiento y espera al mozo que traiga una carta, cuanto este se acerca casi por inercia Jorge solicita un pisco sour –se quiere celebrar- y luego saluda al mozo, observa la carta detenidamente para ver qué comida podrá satisfacer eso que tanto añora, no solo el apetito físico sino también su apetito espiritual, cuando se aprestaba a beber el 2 sorbo de su sour (que parecía terminarse en un abrir y cerrar de ojos) comenzó en su mente una melodía que en un principio no lograba identificar, a medida que esta avanzaba seguía los copases con su dedo índice apoyado en la mesa, sí es esa la melodía “cumpleaños felizz, te deseamos aaa ti, cumpleaños…Joorge, que los cumplas feliz”, termina su festejo interior, y el mozo que estaba a su lado ya hace un par de minutos y solicitándole sin respuesta su pedido, éste reaccionó y le pidió un par de minutos mas para decidir junto a otro pisco sour. Siguió atento a la carta y por fin dio con ese plato de nostalgia, una reineta apanada acompañada de un suave puré (con mucho sabor a mantequilla, aquella que le traía su padre del campo cuando viajaba por negocios) y una ensalada de palmito palta. Hace un alto cuando nuevamente llega el mozo con su aperitivo y antes de hacer su pedido, da otro gran sorbo. El mozo anota con gran detalle cada una de las especificaciones de aquel menú tan especial y le ofrece la presencia del chef para que Jorge le de con mayor precisión la receta exacta de lo que quiere, este asiente con su cabeza mientras da otro sorbo a esa copa de sour. Llega el chef y Jorge agradecido por su presencia comienza a dictar su pedido junto a las especificaciones de sazón especial (que había aprendido de su madre) y que condimentaban ese recuerdo infinito. Solicitó una botella de vino –el mejor- y le pidió al chef que lo sugiriera, éste aceptó. Cuándo por fin llega la comida este ya había bebido unas dos copas de vino, tomó el tenedor y el cuchillo y llevó su espíritu en una especie de regresión a la mesa en que estaba con sus padres, se transportó a su infancia, miró a su madre a los ojos y le dijo te amo, luego miró a su padre y repitió te amo, miró a ambos y con una mirada de melancolía les dijo “los extraño”. Ambos asintieron con una sonrisa y sentía como una lágrima recorría su mejilla.
Jorge termina su almuerzo, notoriamente exhausto (y con algunas copas de más) solicita al mozo un taxi, cancela la cuenta y espera en el umbral de la puerta a que llegue su transporte. Se queda un instante pensando en aquella experiencia surrealista y casi parasicológica que había experimentado hace un rato y se llenó de entusiasmo y como magia con ganas de vivir, sí vivir la vida de una forma distinta, ya sin los temores que lo llevaban a veces a frenarse y a cerrarse como una ostra.
Llega su taxi. –A Valparaíso- le dice al conductor.
-Cerro Alegre- replica con voz algo borrosa y tambaleante, el chofer lo ve por el retrovisor y emprende marcha.
Mientras iba camino a Valparaíso notó en su camino paisajes que con el ritmo acelerado de su vida trabajólica no había contemplado nunca, el vaivén de las olas y la arena amarillenta lo transportó a los años 70 cuándo en un dejo de rebeldía se fue por el período de un mes a Horcones junto a un par de amigos de la universidad para vivir la experiencia de ser hippie, esta experiencia había marcado en su vida pero que hasta ahora no había reparado en que había sido así, una sonrisa en sus labios hacía pensar que disfrutaba de aquella experiencia y con mucho detalle se recordaba todo lo bien que la había pasado, por primera vez en aquel entonces experimentó la libertad de sus acciones, pues claro, sus padres aún cuando eran muy cariñosos, éstos también eran bastante estrictos en cómo se debía comportar, es más terminó su travesía como seudo hippie cuando sus padres descubrieron que estaba en Horcones y fueron por él y le arrebataron esa libertad que tanto buscaba.
Llegamos dice el chofer, Ud. me dice dónde lo dejo.
Pues, déjeme lo mas cercano al Paseo Gervasoni.
Ok, responde el chofer.
Paga el traslado y se baja, luego de caminar un par de cuadras, llega al mirador frente a la casa de Lukas, desde ahí contempla con ojos periféricos la extensión de Valparaíso y Viña del Mar, más a lo lejos ve una parte de Concon.
Aquí estoy parado frente a mi historia, a mi presente y mi futuro. Aquí estoy mirando al horizonte que devuelve su mirada hacia mí recordándome lo pequeño que soy –se decía internamente-.
Luego de recorrer el paseo, decide salir de ese cerro para internarse en Cerro Alegre, el colorido de sus calles, místico y su carga patrimonial no llevaron a recorrerlo sin rumbo fijo, cada calle lo hacía recordar pasajes de su vida, cada pasaje lo llevaba a recordar su propio camino. Ya son las 7 de la tarde y se asoman temerosas las primeras estrellas, antes de emprender rumbo a Viña, echa una última mirada al horizonte donde ya se esconde poco a poco el sol.
Toma su teléfono móvil y llama a un radio taxi, calculando que cuando éste llegue ya se habrá escondido totalmente el sol dando el pase a la luna para que reine en la oscuridad.
Llega su radio taxi, y va de vuelta a Viña del Mar. Donde le pregunta el Chofer.
Hem, a Viña, Av. Libertad con 8 Norte.
Ok, replica el chofer.
Otra visión del recuerdo viene a su mente, esta vez motivado por el reflejo de aquella luna sobre el mar. Fue de aquella vez que en que fue de vacaciones a Maitencillo junto a sus padres, fue el último verano que pasaron juntos antes del accidente. Su padre improvisó una carpa al costado de la cabaña arrendada para la ocasión, esta tenía como antejardín la playa que con solo caminar unos paso se podía acceder a la arena, esa noche su padre parecía más inmenso que nunca junto a una luna llena que permitía ver con total claridad sin necesitar de un farol o una linterna. Esa noche estaba él y su padre, él con ya 27 años pero se sentía como de 10, la protección que él le brindaba lo hacía desear tener esos 10 años. Jugaron cartas y se contaron historias mutuamente, tomaron unas cervezas y esperaron el amanecer.
Llegamos – dice el chofer-
Ok, le pagó y bajó del vehículo.
Son ya casi las ocho faltan solo 4 horas para que se termine su día, el día de su cumpleaños. Ya agotado con aquel rally se va a sus aposentos pensando en lo grato de haberse dado un tiempo para él.
Entra al edificio, saluda al conserje quien asiente con la cabeza como con ganas de decirle algo (¿saludarlo en su cumpleaños tal vez?), me quiere decir algo le dice él. Hem. No, Don Jorge le responde. Ok, hasta mañana, hasta mañana le responde él.
Toma el ascensor, aprieta su piso (el 8), quedan tan solo unos segundos antes de llegar, mientras saca las llaves de su bolsillo, baja del ascensor y se dirige hasta su puerta la 802, toma sus llaves y abre la puerta, busca el interruptor en la oscuridad de su departamento y cuando la enciende.
¡SORPRESA! ¡CUMPLEAAAÑOS FELIZ, TE DESEAAAMOS A TI, CUMPLEAAÑOS JORGITO, QUE LOS CUMMPLAS FEEEELIZZZ!. Ahí estaban todos sus amigos. Pensaste que no íbamos a olvidar de ti?.

FIN.


No hay comentarios: